El protagonismo de los miembros de las comunidades en su desarrollo propio lo habilita para desarrollar sus propias iniciativas y en multiplicar las alternativas dentro del proceso de su propio crecimiento. Es un principio de acción que dota a la persona o la comunidad de conocimientos y de técnicas de utilización de las infraestructuras propias para conseguir su progreso sin depender siempre o totalmente de otro. Potencia la autoestima y la iniciativa propia en defensa de los intereses locales para articularlos y proyectarlos hacia políticas mayores. Los miembros de la comunidad tienen conciencia de que nunca trabajarán solos y eso les obliga a buscar estrategias que abarquen el manejo de valores interculturales para solucionar sus problemas. Es una expresión de resistencia a dejarse invadir por otros y ellos mismos realizan prácticas de desarrollo propio.
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